Fantasmas que aparecen de la nada en las habitaciones casi destruidas, sensaciones de frío extremo, voces, susurros y hasta empujones de sombras gigantescas han logrado causar el pánico entre las pocas personas que aún laboran allí.
Una de las situaciones mas escalofriantes le ocurrió a Eduardo Babilonia, un humilde vendedor de tintos, que diariamente llega a este lugar localizado justo al lado del Hospital Universitario del Caribe, en el populoso barrio Zaragocilla.
“Llegué como todos los días a vender mi tinto en el hospital y cuando llegué al tercer piso, escuché una voz que salía de una de las habitaciones del fondo del pabellón que está clausurado. Tiiiiiinnnnntoooooo, Era la voz de una mujer como enferma. Yo me detuve y grité, ¿quién es la que quiere tinto? De inmediato, otra vez la misma voz tenue, tiiiiiinnnnntoooooo”, cuenta en su relato el vendedor ambulante.
Según el testigo, en ese pabellón, cerrado con una cinta amarilla, similar a la que utilizan las autoridades para delimitar la escena del crimen, apareció de la nada una mujer.
“Era una señora como de 50 o 60 años de edad, con su cabello ondulado y un pijama de color verde, que me llamaba con su mano y una voz como de ultratumba, para que le regalara un café. Enseguida le contesté que yo no iba para ningún lado y que la reprendía en el nombre del señor”, dijo el vendedor.
Mientras continúa el relato de su experiencia fantasmal, Eduardo Babilonia mueve su cuerpo para señalar que le corrió un frío intenso por toda la espalda y le llegó a la cabeza.
“Me dio mucho miedo porque cuando bajé la mirada me di cuenta que la mujer estaba suspendida en el aire, no tenía pies y en cuestión de segundos, desapareció del lugar”, puntualizó el trabajador.
Historias como esta se escuchan a diario y tiene al borde del pánico a los pocos trabajadores que aún quedan en el que alguna vez fue el hospital psiquiátrico mas importantes de la Costa Atlántica.
Mariela del Toro, una empleada del centro asistencial en liquidación y encargada del archivo de los antiguos pacientes, aseguró que fue víctima de un fantasma a plena luz del día.
“Yo estaba sentada tranquilamente en mi escritorio trabajando, cuando sentí que me empujaron fuertemente por la espalda. Cuando reaccioné, una sombra larga que estaba detrás de mí”, dijo la empleada.
Otro caso similar le ocurrió a Marelvia Marín, cuando estaba observando con unos binoculares desde la ventana de su oficina del tercer piso, al Hospital Universitario del Caribe.
“Estaba mirando por unos binoculares cuando observé la silueta de una mujer con una blusa blanca en posición de oración que ni siquiera espabilaba. Solté los binoculares y voltee a mirar y ya no estaba”, dijo la mujer con su voz entrecortada.
El caso es tan dramático que ni los vigilantes del lugar se atreven a realizar las habituales rondas por temor a que les salga un espanto.
“Mi hermano, ni loco voy a los pabellones y menos de noche, prefiero soltar los perros para que ellos se encarguen de vigilar el lugar”, dijo uno de los vigilantes que prefirió omitir su nombre para no tener inconvenientes con la empresa de seguridad para la que trabaja.
Para Manuel Mercado, miembro de la Sociedad Espiritista de Cartagena, aseguró que es natural que en ciertos lugares en donde se produjeron muchas muertes, como en el Hospital San Pablo, muchos espíritus de personas que padecieron enfermedades muy tortuosas se encuentren en estado de desorientación espiritual o en estado de conciencia tormentosa.
Miedo, mucho miedo es lo que se percibe entre los pocos trabajadores del antiguo Hospital San Pablo. En el que fuera el centro asistencial para los enfermos mentales de Cartagena, nadie camina solo.
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