Cuenta la leyenda que Brandsen fue el primer lugar afectado por la aparición del Hombre Gato, cuando este atacó a una mujer en el medio de la noche. Es más, la primer crónica policial habla de un extraño ser denominado “El Gato Montés”, el cual vestía ropas oscuras, rostro encapuchado, y usaba unas pequeñas garras de metal en sus guantes. Enseguida, la sociedad se encontró con un extraño ser que podía atacar a cualquier desprevenido que caminara en el medio de la noche. Con el correr de los días, por aquel 1984, la prensa y la voz de la gente comenzaron a llenarse de más y más argumentos. En ellos, lo que en un principio pareció ser una simple fechoría de un loco suelto, entró en el terreno del horror, cuando continuó atacando a muchas personas más. Cuenta la leyenda que cuando ya calzó por completo el mote de “Hombre Gato”, aquel caballero oscuro, casi como salido de un comic, continuó sus andanzas, atacando a muchas más personas golpeándolos, hiriéndolos, y hasta robándoles. Pronto, y gracias a un presunto entrenamiento, más las garras de sus guantes y púas en sus suelas, correteó y trepó por árboles y techos, de barrio en barrio, de localidad en localidad, llegando a colmar los miedos de Buenos Aires y Gran Buenos Aires. Se decía que tenía aspecto humano, que su persona no tenía nada que ver con un felino, pero que padecía ciertos rasgos deformes, y sus actitudes y sonidos eran muy similiares a las de un gato en pos de ataque.
El tiempo descubriría una verdad aún más grande: no se trataba de “El” Hombre Gato, sino de “Los” Hombres Gatos, explicando con ello el por qué del avance de sus ataques en varios barrios, muchas veces en la misma noche. Y esa verdad de personaje en plural, trajo consigo la conjetura que se trataba pues, de un siniestro plan de alguna clase de secta, de seres despojados de toda cordura y humanidad, quizás deformes abandonados a la buena de Dios por madres que no aceptaban hijos defectuosos. Y todos ellos, todos esos decrépitos y tullidos humanos, no tuvieron más opción que acomodarse entre las sombras que los habían ocultado, para por las noches salir a relucir su odio contra la sociedad “perfecta”, abrigados en la estética de otro ser reinante de la noche, el gato.
Si bien se investigó al respecto, si bien hubo muchas personas que resultaron heridas, y hasta se dice que otras resultaron muertas, la Ley jamás pudo dar con el Hombre Gato. Y más allá de aquellas publicaciones que trataban de distraer la atención, comentando que la Policía había detenido y abatido a unos cuantos, lo cierto es que estos seres desaparecieron de un día para el otro de las calles de Buenos Aires, para ocultarse en el mayor de los misterios.
Quizás sea cuestión de ver con detenimiento las copas de los árboles, o investigar un poco más acerca de aquellos maullidos extraños a lo lejos de la noche, o si realmente vive gente en aquella gran casona abandonada, allá, en cada uno de nuestros barrios. Porque un buen día, pueden estar de vuelta, de forma tan repentina como fue allá en el tiempo, hace un poco más de 20 años, y esta vez regresar con todo, dispuestos a sembrar el pánico una vez más. Es por eso que nunca está de más no volver tarde a casa, y menos de a pie. Es por eso que es prudente cerrar todas las puertas con doble llave, y ver la posibilidad de poner una alarma, y es hora de podar un poco esa densa copa del árbol de la vereda, la cual puede estar albergando nuestro destino en pesadilla. Será cuestión de tanto adultos como niños, antes de acostarnos, revisar si realmente hay algo debajo de la cama.
Hablar acerca de un Hombre Gato hace exactos 20 años en la historia, o decirlo en esta actualidad, o siquiera mencionarlo tres siglos atrás, hubiese despertado lo mismo que despertó en 1985 (20 años atrás) cuando cierto periodista de televisión, y ciertos periódicos con toques sensacionalistas, hablaron de la aparición de un sátiro – ladronzuelo. Lo cierto que fue tal el asombro de la gente, fue tal la incredulidad, fue tal la transmisión oral que tuvieron aquellas noticias, que enseguida ese simple personaje creado para ocupar un espacio y tiempo en blanco, se convirtió en mito. Cuentan las primeras crónicas, que vecinos de Lomas de Zamora se vieron atacados por un misterioso hombre, vestido de negro. Sus andanzas consistían en salir por las noches a atacar a golpes y arañazos (!) a desprevenidos, muchas veces ocasionando heridas en brazos, espalda y cara, como hasta rotura de dientes. Lo curioso de este denominado “Hombre Gato”, tenía una particularidad que lo distinguía de cualquier loco, drogadicto o asaltante que pudiera andar suelto: El Hombre Gato maullaba. Fue quizás esta característica, sumado a que muchas veces se lo había visto usando capa negra, y que usaba un guantes con garras que simulaban las de un felino la que lo llevaron a crear una psicosis general. Y ahí, los mercaderes de noticias tuvieron que dejar de inventar, para salir a colectar datos de gente que “creía haberlo visto en…” tal o cual lado. La televisión y los diarios del estilo nombrados, empezaron a bombardear con pequeñas notas (casi de color), algo así como lo que sería hoy un desnudo de una modelo. Y en todas ellas la gente alimentando aquella mentira con miedos, con fobias, con que cualquier vecino noctámbulo podría ser el temible demente. Enseguida, todos dispusieron que los árboles eran lugares peligrosos para acercarse, o que después de las doce, cualquier maullido en el medio de la noche, era una buena oportunidad para quedarse en casa y poner doble llave. De ahí en adelante el paralelismo fue tremendo.
Por un lado, los medios se encargaron de darle acción al asunto, narrando que alguna que otra persona en tal o cual barrio confundida con el Hombre Gato; que en tal otro lugar, se lo había visto merodeando alguna que otra plaza, montado a un (y esto es genial!) Fiat 600 Rojo; una casa con frente de material llena de zarpazos misteriosos, y mucho más. Por el otro, el pueblo hizo que el asunto tome personalidad. Y enseguida la leyenda urbana se hizo de no sólo uno, sino un clan de Hombres Gatos (cuestión que explicaba el por qué ya se lo había visto en tantos barrios); que aquellos Hombres vestidos de negro se escondían en ropas oscuras y la oscuridad de la noche, para tapar ciertas deformidades que les había regalado el abandono de sus padres y la sociedad; que todo podía llegar a ser… una secta Brasilera!!! Y hablar de secta Brasilera en aquel momento, no era algo tan corriente y natural como hoy en Argentina. Veníamos de una época de poca cultura, de censura, un lugar donde las calles eran merodeadas, pero por soldaditos terroríficos que cada tanto subían a algún (menos mal) no conocido para llevarlo a pasear en Falcon. O sea, todo lo externo era superior, destructor y muy adelantado. Así que cualquier secta Brasilera podría ser motivo de fantasías estúpidas y hasta de un Apocalipsis argentino. Y pobres de nosotros. Es decir, pobre del Hombre Gato, creado allá por 1984, llegando a su imperio de mitos, leyendas y chusmerío barato, cuando se vio enroscado en una serie de inventos (populares y periodísticos) en donde lo condenaba a ser cientos y muchos más, atacando en bajada, de Brasil a la Argentina, saltando desde árboles, apareciendo por debajo de las camas, de los placares, en el medio de una calle oscura y neblinosa, golpeando, arañando, y hasta matando. Finalmente, un buen día, alguien usó esa última palabra, y las cosas tuvieron que frenar. Desde algún lado, alguien habrá bajado un pulgar y obligado a dispersar la noticia, borrarla de la gente, de las bocas, obviamente porque ya todo se estaba yendo de las manos. La Nación, la Nación renovada y en Democracia, no necesitaba a un pueblo paranoide, creyendo el cuento de un asesino en serie, un asesino deformado y vestido de negro, que destrozaba a las personas, y hasta le aplicaba veneno con sus garras. Y el Hombre Gato en cuestión, murió. Revisando archivos de la época, es interesante encontrar cómo muchos medios callaron, y otros comenzaron a cerrar el cuento que ellos mismos crearon, a su vez deformado por el colectivo, en donde este fantástico ser, comenzaba a ser apresado o acribillado por la Policía. Cuando no quedó más que decir, nos tranquilizamos (como siempre), escuchamos un gracioso tema de cumbia oportunista al caso (como siempre), nos dormimos (como siempre), y como siempre lo olvidamos. Muchas personas en la actualidad, cuando hablan del fenómeno del Hombre Gato, llegan a preguntar con cierto aire inocente: “Existió?”. Incluso hay quien clama “Fue verdad!” o en el peor de los gloriosos extremos “Una vecina lo vio!” y el “YO lo ví.”. Pero en general, se lo olvidó. Y en cuestión de no olvidar, es quizás el motivo de este análisis… El Hombre Gato fue una de las mas grandes creaciones del periodismo local, pero no fue sino la culpa de un pueblo inocente, a su vez arrasado por una maldita dictadura, que nació con toda la fuerza en pleno resurgimiento de la Democracia, como para dar nota que el Libertinaje de Prensa, el sensacionalismo y el amarillismo, es lo más divertido que le puede pasar al común de la gente, esa a la que un “cacho” de cultura la hizo a un lado. Pero, como decía al principio, tanto sea hoy, como hace veinte años, como hace los siglos que sea, el Hombre Gato pudo y podrá ser real, viniendo desde la prensa como de los murmullos de los barrios. Porque no hay nada mejor que creer en una buena historia de terror, para ser más cauteloso con las puertas de casa, con la noche, y por sobre todo, con eso que se oculta debajo de la cama, y nos da la cuota de adrenalina necesaria para seguir andando.
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