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jueves, 18 de junio de 2015

El fantasma del pozo de Banfield





A pesar del olvido y las contradicciones del caso, se sabe que habrían detectado una gran actividad paranormal en el ex predio policial de esa localidad bonaerense, donde en la actualidad existe un espacio cultural y un Museo de la Memoria. Aseguran que en el edificio de tres pisos en el que durante la última dictadura militar funcionó uno de los más horrendos centros clandestinos de detención se registraron episodios extraños con la aparente presencia de fantasmas. Esto habría ocurrido hace más de tres décadas y se presume que los espectros siguen allí: entre ellos, la imagen de un anciano con cabello largo y uñas como garras que se presenta envuelto en una sábana blanca. Así lo confirmaron a Crónica Fenómenos Paranormales dos suboficiales de la Policía Bonaerense que en su momento prestaron servicio de guardia de seguridad y preservación del predio de la que fue la Brigada de Investigaciones de Banfield, dependiente del Regimiento de Infantería Mecanizada 3 del Ejército argentino, un lugar siniestro que, a la luz del proceso más atroz de nuestra historia reciente, fue conocido como el Pozo de Banfield.

Ese fue uno de los tantos lugares de detención ilegal que se utilizaron en aquellos años del régimen militar que secuestró, torturó, se apropió de las identidades e hizo desaparecer a miles de personas. Por esa razón, abordamos con sumo respeto un tema tan sensible para todos los argentinos, solo con el objeto de ubicar al lector en tiempo y lugar.

Habida cuenta del doloroso significado de aquellos acontecimientos y en virtud de que el asunto que nos ocupa es ajeno y excluyente, no evocaremos ningún detalle y suceso anterior a la recuperación de ese lugar por parte del gobierno democrático que ocupó el poder del Estado a partir de 1983.

Es preciso aclarar, sin embargo, que los testimonios referidos a la presunta actividad paranormal corresponden a mediados de 1984, cuando el ex centro de detención clandestino ya formaba parte del pasado y el predio era preservado para diversos estudios que llevaron adelante antropólogos, historiadores, funcionarios judiciales y científicos que tuvieron a su cargo el relevamiento de ese espacio quehoy forma parte del Museo de la Memoria.

Hacia finales de 1983 en el entonces deshabitado y sombrío sitio ubicado en la esquina de las calles Siciliano y Vernet, a escasas dos cuadras del Camino Negro, se instaló una guardia de seguridad con el compromiso de preservar las instalaciones. Los policías permanecían allí día y noche, razón por la cual ocupaban una de las amplias oficinas de la planta baja del edificio.

El primer contacto paranormal
Se pudo saber que los centinelas se dividían las tareas en dos turnos de doce horas y que, a las pocas semanas de iniciadas las consignas, ya nadie quería cubrir los horarios de las guardias nocturnas e incluso hubo quienes solicitaron un traslado a otras dependencias. El misterio rondaba en el ex Pozo de Banfield y algunos testigos del caso indicaron que los uniformados mantenían en riguroso secreto las razones del desconcierto y el temor que se habían generalizado. La inusitada deserción de efectivos llegó a oídos de las autoridades, que de inmediato ordenaron reforzar el plantel e investigar lo que sucedía por las noches en ese lugar. Sin embargo, nada se supo del asunto hasta que años después dos de los guardias hablaron y explicaron el porqué.

Los testimonios
Son reales e inéditos y corresponden a una conversación con dos suboficiales en la guardia de una comisaría ubicada al sudeste del conurbano bonaerense. Por obvias razones no mencionaremos sus identidades, aunque sí cada relato con sus correspondientes iniciales. Al comenzar la charla, ambos dijeron que sentían la necesidad de manifestar que hubo otros efectivos que atravesaron esa misma experiencia paranormal en las largas noches en el Pozo de Banfield pero, contrariamente a ellos, nunca habían hablado del tema y, según parece, prefe-rían negar lo que vieron con sus propios ojos. Por supuesto que en ese momento hubo opiniones encontradas y surgieron las dudas y las preguntas de rigor acerca de situaciones confusas o errores en la mitad de la noche y cuando el sueño parece abarcarlo todo. No obstante, los dos hombres, de entre 45 y 50 años, y con más de veinte de servicio en la fuerza policial, se mostraron convencidos de haber vivido una historia que ellos mismos estimaron que era “muy difícil de creer”.

Un anciano de cabello blanco y largo
La descripción del sitio donde se hallaba la centinela compuesta por los efectivos de la Bonaerense ayudará a entender lo que a continuación revelaron: la oficina, de unos veinte metros cuadrados, estaba ubicada en la planta baja y en ella no había más que un escritorio, un sillón, una especie de cofre sobre una pared lateral y, junto a la única puerta de ingreso, un perchero de pie. Desde el escritorio los guardias podían observar claramente cada rincón de la habitación y encima de sus cabezas había un entretecho de madera completamente vacío al que se accedía por una pequeña escalera que daba al fondo, entre un ventiluz y el baño. La puerta permanecía siempre cerrada, por lo que nadie podía entrar o salir de allí sin ser visto. En ese contexto, ellos aseguraron haber tomado breves contactos visuales con siluetas extrañas que se movían en las sombras, en especial la figura de un hombre que, según dijeron, jamás en sus vidas olvidarán. En su relato, E. nos explicó que la primera vez que se le presentaron aquellas imágenes pensó que eran fruto de su propia fantasía. Pero la noche en que vio al anciano envuelto en una sábana blanca creyó que era una“novedad” de la guardia anterior, de la cual no lo habían notificado –en la jerga policial, el término novedad es algo que jamás se debe pasar por alto–. Por eso, dijo, se le acercó sin temor, aunque de inmediato se dio cuenta de que aquello era una visión: la presencia del anciano duró unos segundos y se esfumó, al menos por esa noche, porque el espíritu iba a regresar en varias ocasiones. Los dichos de C., colega y compañero de tareas, coincidieron con lo expuesto por E. en cuanto a que podría tratarse de unritu errante, aunque agregó datos muy significativos: el hombre recordó que antes de ver aquel espectro había oído pasos sobre los tablones del techo: “Esa noche había decidido recostarme sobre el sillón para poder descansar un rato, pero tuve un sobresalto por esos ruidos, que se escuchaban muy cerca, y luego lo vi allí, sentado frente a mí. Era un hombre anciano con los cabellos blancos. Eso duró apenas unos instantes porque, cuando quise acercarme, se incorporó y me pareció ver que subía por la escalera hacia el entretecho. Lo intenté, pero no logré sacar el arma; tampoco pude llegar al otro extremo de la oficina: quedé como paralizado. Después bus-qué a mi compañero; subimos con una linterna y comprobamos que en el altillo no había nadie. Los dos reflexionamos sobre el asunto y nos convencimos de que ningún ser vivo podía entrar o salir de allí. Algo parecido había ocurrido antes y con bastante desconcierto concluimos en que había sido una nueva visita del fantasma”, recordó el uniformado. A pesar de estar convencido de haber vivido una experiencia paranormal, aseguró que al principio les costó aceptarlo y, más aún, poder contar lo que habían visto. Ambos pensaron que los demás iban a burlarse de ellos.

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