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martes, 23 de junio de 2015

el caso del puente uriburu


Los hechos no son muy conocidos. Casi podría decir que es una "leyenda urbana" que nació en los primeros años de este nuevo siglo.

Uso la expresión "Leyenda urbana" porque carezco de toda prueba fehaciente para hacer de este relato algo verdadero. Ni siquiera los indicios que pudieron darme las personas involucradas pueden conferir a este relato cierta veracidad ni pueden hacer de él una simple anécdota.

Tuve la oportunidad de escuchar este relato en voz de tres personas que lo vivieron. Por supuesto ninguna de ellas se conocían. Salvo en pequeños detalles (nuestra mala memoria siempre da matices nuevos a lo que nos sucede) los relatos son exactamente iguales. Para esta ocación solo transcribiré uno, que creo es el más interesante y el más detallado.
Esto sucedió en el Barrio de Nueva Pompeya. Más precisamente en la intersección de las calles Tilcara y Perito Moreno, un lugar por demás solitario y muy cercano a los límites de la Capital.
Fernando (vamos a llamar así a nuestro personaje) luego de una larga reunión familiar en el Barrio de Boedo, volvía a su casa en Lanus. Es necesario decir que Fernando sí había tomado alguna copa en esa reunión, pero no demasíado como para atribuir lo que luego le sucedió a ese desliz baquíco.

Venía solo en su viejo Renault 12. Tomó la calle Tilcara para luego salir al puente Uriburu. Era de madrugada, cerca de las cinco de la mañana. Notó que esa larga calle era demasíado oscura y solitaria, así que por precaución aceleró casi con indiferencia. En ese momento le vinieron a la mente innumerables cosas. Perdió atención sobre el camino y bajó levemente la cabeza. Cuando la levantó nuevamente notó sorpresivamente como una niña muy rápidamente cruzó la calle (unos dos metros antes de Perito Moreno) y se puso de frente al auto. Fernando instantáneamente frenó, pero ya la niña estaba muy cerca, el choque era inevitable. El auto se deslizo unos cinco metros. Fenando sintió un golpe muy fuerte e inmediatamente imaginó lo peor. Salió ràpidamente del auto a buscar a la pequeña. No encontró nada. Miró en todas las direcciónes, debajo del auto, caminó unos metros pensando que a lo mejor el choque la hubiese impulsado varios metros hacia algunos de los lados, pero nada. El silencio de la madrugada se hizo mas hiriente. Los ojos de Fernando brillaron de incertidumbre, tal vez de miedo. Eso fue lo que sintió después, según me cuenta. Luego de revisar una vez más volvió al auto y siguió su camino a casa.

El hecho terminó ahí. Pero no sus circunstancias.
Me interesé mucho en este asunto e hice una pequeña investigación. Visité el lugar del hecho y pude hablar con algunos vecinos de la zona. Lo que ellos me contaron fue esto.
Hace unos diez años, es decir a mediados de los años 90, vivía sobre la calle Tilcara (a pocos metros de Perito Moreno) una familia muy numerosa. Estaba constituída por la Madre y cinco hijos. El padre había abandonado la familia al nacer el segundo de sus cinco hijos, que eran cuatro varones y una mujer que era la menor. La pequeña se llamaba Rebeca y es el personaje central de esta historia.

Luego de que el padre se fuera, la familia tuvo que vivir de lo que pudo. Dos de los hijos mayores pedían ayuda en los colectivos aduciendo tener una grave enfermedad. Los otros dos estudiaban, aunque eran más las horas que pasaban en la calle que en la escuela. Solo quedaba la pequeña Rebeca que no asistía al colegio para ayudar a su madre en su humilde casa. Esta niña de unos nueve años de edad era maltratada salvajamente por la madre. Era tratada como una sirvienta. Apenas llegaban a la casa los hermanos mayores, Rebeca era golpeada por ellos si no tenia listo lo poco de comida que había. En general ella no comía, sino una dos o tres veces por semana. Esto fue así por muchos años.

Cuando Rebeca cumplió los doce años, intentó escapar pero sin existo. La paliza que se ganó por esa osadía fue el principio del final.
Una noche de invierno, luego de un día agotador de maltratos e indiferencia, Rebeca empezó a preparar la cena. Era una sopa que había preparado con un trozo de pollo que había comprado la semana anterior. Lo sirvió y ella se quedó sin comer, como casi siempre. Se puso enfrente de la mesa y ante la vista de todos bebió una gotas de arsénico que había conseguido por algunos favores. La pequeña Rebeca cayó inmediatamente al piso y luego de algunos segundos murió frente a los ojos de su familia.

La noticia de la muerte de Rebeca fue un gran dolor para el barrio. Y solo fue noticia en una pequeña columna del diario "Crónica."
Pude conseguir una foto de Rebeca que luego se la mostré a Fernando. Inmediatamente me dijo que era la chica que se le había cruzado esa madrugada. Mi sopresa fue grande y tadavía me sigo preguntando cual fue la razón de esa aparición. Vecinos de la zona me dicen que todavía, en las madrugadas frías de Julio, se la puede ver cruzando la calle o caminando por el déposito de chatarra que se encuentra cercano al lugar.
Esa es la historia. Un poco triste tal vez. Espero que esa pequeña, este donde esté, pueda encontrar el lugar que no encontró en este diminuto lugar que llamamos tierra, continente, país, provincia, barrio...

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